sábado, 2 de noviembre de 2013

Tim Parchikov 'Suspense: tensión en ambar'





Estaban siendo unos días lluviosos, y por romper con la rutina de todo el mundo que “twittea”: “ días de lluvia con mantita y peli”; decidí dar un paseo con mi paraguas hacía el Museo de Arte Contemporáneo de Salamanca, Da2. Esa misma semana, observé en varias paradas de autobús publicidad sobre una nueva exposición fotográfica, Tim Parchikov.


Cuando llegué, para mi sorpresa estaban actualizando las exposiciones de la mayoría de las salas que componen el museo; lo que me permitió deleitarme tranquilamente de las imágenes del fotógrafo ruso. Nunca llegaron a mis oídos noticias sobre él, lo que suponía que la totalidad de su trabajo iba a ser una gran sorpresa para mí. Me picaba la curiosidad. Sus fotografías se encontraban repartidas en varias estancias de la parte superior. “Suspense: tensión en ámbar”, así era el nombre de la colección. La palabra suspense, como bien expresa su definición, tiene como objetivo principal mantener al observador a la expectativa. Conmigo, Tim Parchikov, lo consiguió.

El ruido de mis botas se posó sobre el suelo de tarima; retumbó en la blanca sala. Yo sola y nadie más. Fotografías de gran formato se abalanzaban sobre mí; me encanta que las imágenes se presenten en tamaños gigantes, siempre causan un mayor impacto en el espectador. No me agrada demasiado el brillo en las fotos; pero en esta ocasión, me impresionó lo bien que encajaba esta técnica de impresión con las instantáneas. Estaba fascinada.

Al principio, sus fotografías no me transmitieron absolutamente nada; pensé que no eran nada del otro mundo, pero la cosa fue en aumento. Su punto de vista de ver la realidad y el entorno me resultaron peculiares. Las imágenes, recogían las pequeñas experiencias y lugares únicos y especiales que recorrió en varios viajes con su cámara colgada al cuello. “Suspense” lugares nuevos, lugares que él aún no había conocido.

Cada sala diferente, algunas fotografías tomadas sin salir de su coche se entremezclan con tonos muy cálidos y tonos muy fríos. Momentos y ocasiones dispares: Venice, Roma, Tel-Aviv… Luces lúgubres y oscuras utilizadas al más puro antojo del fotógrafo; crean ese ambiente de misterio, de no lugar. Ángulos de toma cada uno de ellos más bizarros que el anterior, que alteran la percepción de cualquiera creando nuevas visiones creativas y originales. Inventa y construye en el observador un sentimiento de incertidumbre, resultado de las situaciones que Tim Parchikov ha vivido y capturado en esos inmensos trozos de papel.

La oscuridad aclarada en pequeños toques de luz; “claroscuros” que recuerdan a obras pictóricas pasadas. Se me olvidaba comentar, que la imagen principal que describe toda la colección se trata de una fotografía de un perro en la nebulosa noche, eclipsado por una ráfaga de cálida luz. Para la creación de ésta, el fotógrafo ruso se inspiró en el famoso cuadro “el perro de Goya”.
Contraluces, sombras, anocheceres, farolas que iluminan la escena… Así compone Tim Parchikov.



Una de las imágenes que más furor me causó, fue la de una silla solitaria en un nocturno bosque; “Camargue 2006”. Él nos cuenta que en uno de sus viajes, mientras conducía; los focos de éste le mostraron una vieja silla levemente arropada por las ramas de unos árboles. Una escena tétrica, como si alguien se hubiese encargado de su perfecta planificación. Como consecuencia, una fotografía enigmática con un sabor añejo a fotografía analógica. Playas, peatones, ventanas, transeúntes… Tim Parchikov se pierde en ciudades desconocidas para descubrirnos.


Y la sala que más me fascinó; paredes gris oscuro en las que destacaban esas maravillas. Fotografías que se asemejaban a fotogramas de cine, bañadas por una iluminación prodigiosa. Personajes que a pesar de ser individuos corrientes, se convertían en actores. Estas imágenes fueron las encargadas de mantenerme detenida minutos y minutos en esa sala diciendo: “Me encantan, son geniales. Parecen de película”.



Esa luz amarillenta que desprendían, tan acogedora, tan encandiladora. Aquella imagen en la que unos jóvenes se encontraban en el interior de un vagón de tren conversando, viajando; retratados a través del exterior de la ventana... Me dejó sin palabras. Miradas y gestos penetrantes, punzantes. La naturalidad recreada en secuencias de un film.

Ámbar; una pequeña calidez que revive su oscuridad atrapándonos.








 Por Jennifer Custodio.

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